Un envío logístico es una operación compleja en la que intervienen múltiples factores. Con tantas variables, es relativamente fácil que alguna se cruce en el camino de una mercancía hacia su destino. Contratiempos tales como demoras, detenciones de la carga, problemas con la documentación… son solo algunas de las cosas que pueden ir mal. Hacer uso de los servicios de un agente transitario cuenta con muchas ventajas y puede ser un salvavidas para todos estos casos en que un envío se tuerce.
El peligro de las demoras
Las demoras son un contratiempo habitual que se puede sufrir en un envío de mercancías. Se trata de una tarifa que imputan las terminales portuarias si la carga permanece en puerto después del Last Free Day (LFD), que es el último día de almacenamiento gratuito estipulado en el acuerdo para la recogida de la mercancía.
Las tarifas de demora se basan en el número de contenedores y días que la mercancía pasa en puerto tras el citado plazo y su aplicación se puede dar a consecuencia de varias razones. Por ejemplo, un almacén que no pueda seguir alojando la carga, que la documentación no esté preparada a tiempo o una huelga en el puerto que imposibilite la recogida.
El montante de una demora puede variar según el puerto y dispararse en periodos de máxima demanda y congestión. Por si fuera poco, algunas terminales aumentan la tarifa diaria tras cierto número de días, lo que puede derivar en una catástrofe para el importador. Y aunque la demora no siempre puede evitarse, se puede mitigar seriamente a través de la acción de un agente transitario experimentado y su planificación.
La detención
Si existe algo que puede empeorar aún más una demora es la penalización por detención, que también se conoce como “per diem”. Si las demoras son recargos que imponen los puertos ante una operación que se retrasa, la detenciones son recargos que imponen las empresas de transporte por cada día fuera del periodo estipulado que un contenedor es retenido.
Si los importadores retienen contenedores por más tiempo del debido, los buques quedan también retenidos y la cadena de suministro sufre. Esto es algo que los transportistas acusan económicamente y por ello utilizan esta penalización para forzar a que los contenedores vuelvan a la circulación cuanto antes.
En definitiva, un retraso en los plazos es algo que afecta a todos los agentes participantes en el transporte y por ello existen este tipo de tasas, para desincentivarlo.
La indefensión del importador
Sin embargo, es el importador el que se lleva la peor parte. Y es que independientemente de quien sea la culpa, el importador es el responsable de pagar la demora. Irónicamente, estos cargos derivan de un momento del envío en el que el importador tiene escasa responsabilidad o margen de reacción sobre lo que sucede. Un buen seguro podría minimizar partes de la demora como las derivadas de una huelga, pero no es suficiente. Planear de antemano, con ayuda de un agente transitario, es fundamental.
El problema no es baladí. El comercio aumenta y las instalaciones de los puertos no siempre crecen proporcionalmente. Esto deriva en mayor necesidad de premura y, por tanto, a crecientes tasas de demora.
El creciente papel del agente de carga
Ante esta situación cada vez más problemática para el importador, el rol del agente transitario se vuelve decisivo. Hay varias formas en las que un agente transitario puede ayudar a librarse de demoras y detenciones, salvaguardando la operación logística:
- Conociendo los plazos del almacenamiento gratuito y la fecha del Last Free Day para cada envío. Esto permite actuar en consecuencia y poderlo negociar en interés del importador.
- Monitorizando el progreso de los envíos que llegan al puerto
- Proporcionando transparencia y visibilidad en el proceso de envío.
- Haciendo la liquidación aduanera de la carga de manera previa, antes de que los envíos lleguen a puerto.
- Estando preparado para ofrecer soluciones alternativas si el riesgo de demora acecha, por ejemplo sacando el contenedor de puerto y llevándolo a un almacén provisional (pre-pull).